lunes, 26 de octubre de 2009

El sentido del mundo

1.
Un relato que esté construido con pequeños fragmentos que la memoria deja para que intentemos una inconsolable reconstrucción. Un tipo de relato que indague una comunicación imposible, una indeterminación constante. Anhela algo, sin saber muy bien cómo se llegará a destino. Construir un texto que siempre está presto a desaparecer y convertirse en otra cosa. Este es el carácter provisional de la narración: siempre se está haciendo. Para que cada relato constituya un fragmento de esa gran narración que espera lector para ser abierta.

2.
Siempre hay un margen para escribir un relato que contenga a los otros relatos. Ayer hablé en la facultad a mis alumnos sobre la importancia de conocer a fondo el funcionamiento de la narración, de ese proceso que se denomina narratividad. Una alumna levantó la mano y me preguntó cómo podía hacer para llegar a ese punto. Solamente leyendo a los narradores que hayan logrado un desarrollo óptimo en su arte. Hay muchos, le dije. Yo empezaría con los grandes cuentistas: Poe, Chejov, Cortázar…

3.
Otra vez, como hace poco, porque hace poco que me encontré con Durán en la puerta del Teatro y me dijo que hacía mucho que no veía a Tucho. Tucho se ha encerrado en un hospital para enfermos mentales, le dije, en una colonia para colifatos, como le dicen. Otra vez, como hace poco, me dijo Durán, porque alguien me lo había dicho, y yo no quería creer lo que me decían. Todos tienen mucho para decir, pensé, y poco para pensar. Entonces quise ser coherente conmigo mismo y apenas le respondí lo que sabía, lo que todos le habían informado -¡pobre Durán!-, porque el problema es que si se deja llevar por lo que todos le dicen, se vuelve loco.

4.
Construir un texto que siempre está presto a desaparecer y convertirse en otra cosa. Porque cada vez que contamos una historia, estamos haciendo de nuestra vida una narración. Pensaba en esto, mientras Marita se levantaba de la cama y buscaba entre mis discos compactos uno de Pat Metheny. A ella y a mí nos gusta mucho un tema que se llama “Follow me”. Está en Imaginary day. Los temas de Pat Metheny tienen eso: son una continuidad de historias que nacen en medio de la imaginación musical, como un buen relato. Y mientras dejábamos pasar los minutos escuchando “Follow me”, en medio de un silencio casi místico, pensaba que la música era eso: un camino que me invitaba a seguirlo. Y en medio de las cadencias de ese tema que se repetía, desaparecíamos y nos convertíamos en otra cosa, como si estuviésemos contando nuestra historia, como si estuviésemos haciendo de nuestro amor, un relato amoroso.

5.
“Ya no hay más mundo: ni más mundus, ni más cosmos, ni más ordenación compuesta y completa en el interior o desde el interior de la cual encontrar lugar, abrigo y las señales de una orientación. Más aún, ya no contamos más con el 'aquí abajo' de un mundo que daría paso hacia un más allá del mundo o hacia un otro mundo. No hay más Espíritu del mundo, ni historia para conducir delante de su tribunal. Dicho de otro modo, no hay más sentido del mundo.” Permanecí en silencio, luego de haber leído en voz alta el fragmento anterior. En realidad, primero lo había leído sin emitir sonido, como lo hago habitualmente. Pero, en razón de la complejidad de lo que el autor estaba planteando, lo volví a leer, pero esta vez haciendo que las palabras resonaran con claridad en la habitación. Cuando terminé, quedé en silencio, dejando que las palabras fueran haciendo su camino por unas sendas oscuras y limitadas, hasta llegar a un espacio atiborrado de materia que ya no concedía ni un minúsculo rincón, para que esas palabras encontraran dónde ubicarse. Pero, finalmente, todas hallaban un lugar, y allí se quedaban.

6.
No era difícil pensar en lo que podría haber ocurrido. Tenía cerca de mi escritorio el teléfono para comunicarme con los demás, con los otros, con los que me habían dicho que habría de salvarme. Pero no todo fue así. Porque sólo bastó que entrara el primer rayo de luz a la habitación, para que las cosas tuvieran otro color, otras tonalidades, según lo que había soñado esa noche. Porque ahora estaba saliendo de ese sueño que me había tenido muy tensionado, mientras lo soñaba. Me explico mejor: siempre hay una posibilidad más, cuando el relato parece terminado. Porque la narratividad es un proceso infinito, que se inició con el primer chamán que contó el primer mito del origen del hombre.



7.
“Pensó, también, que cada departamento del edificio tenía sus habitan­tes. Cada departamento poseía su vida interior, gente que los recorría, que hablaba, que dormía, que disfrutaba o que sufría. Cada departa­mento era un mundo pequeño, con sus códigos y con sus lenguajes. Acaso ese sonido venía del departa­mento contiguo, en el que vivían dos ancianos, y que solamente ellos podían hacer esa clase de ruidos. Entonces, trató de imaginar un día de ese matrimonio de ancianos. Los dos en silencio, sentados uno junto al otro, moviéndose para lo estrictamente necesario: ir al baño, hacer la comida, acostarse a dormir. Por las tardes, solía verlos salir a caminar. Seguro que iban a la plaza, permanecían ahí, disfru­tando del sol, en el invierno, o, durante el verano, del aire fresco, bajo la sombra de un inmenso jacarandá que había en uno de los costados de la plaza, y después regresaban. Siempre sonriendo. Ambos. Siempre de buen humor, nunca demostrando el hastío de haber llegado hasta ese momento de la vida, tan juntos y tan felices. Ojalá yo hubiera podido llegar a eso, pensó, recordando los modales caballerescos del anciano, todavía intactos, para con su dama de siempre.” ¿Cuántos son los planos en los que nos podemos mover, cuando contamos una historia? Múltiples, porque la vida es múltiple, no una sola.

8.
Cada mañana, cuando me miro en el espejo, pienso que el día recién está empezando, y que ese rostro que me devuelve el espejo, es la garantía de que nada ha cambiado. Y, también, es la garantía de que puedo iniciar una historia con estas dos líneas.

9.
¿Para qué puede servir un ticket de metro al escritor? Un ticket o un boleto nativo pueden encerrar todo un plan narrativo, una estructura completa de un cuento.
Solamente con mirarlo, alcanza para recuperar una memoria ficcional de algo que nos ha ocurrido en nuestra imaginación. O que nos ocurrió verdaderamente. Hasta en el ómnibus es escritor hace lo que sabe hacer: observar. A esto lo aprendí de un amigo escritor. Una vez, tomando un café, sentados en un bar de Buenos Aires, me dijo el escritor no mira; observa.
La mirada, aunque no nos demos cuenta, queda asociada al boleto, y recuperamos la historia. Solamente debemos narrarla.


10.
Escribir es tentar al pasado para que no acalle sus voces.
Después de leer-me, fui al bar con mi cuaderno. La luz que entraba de afuera no tenía ese color ámbar de la mañana. Aunque era la mañana, no parecía la mañana. Cuando Nancy, la moza que atiende, me trajo el café, le pedí que bajara el volumen a la vocinglería de la gente. Así lo hizo. El rumor sordo y espeso, pero lejano, me dio el aire necesario para empezar a escribir estas notas. Después, llegaría al bar Durán y sus historias sobre Tucho Milani, que decidió enloquecer para ausentarse. Y el profesor Bonomi, para narrarnos el sentido del mundo.
Y yo, que trato de ser Daniel Ferrari, miro por la gran ventana del bar, y me descubro caminando entre la gente que pasa, como un río incesante, haciendo un camino infinito. Como son infinitos los relatos del mundo.